martes, 29 de diciembre de 2009

Domingo

cocker spaniel Pictures, Images and Photos





Como cada mañana en los últimos cinco años, medio dormida y totalmente de memoria tomo la correa de mi perro y lo llevo a pasear. A veces lo dejo esperando al pobre mientras me visto porque tengo que salir inmediatamente después de desayunar. Sus ojitos me miran con desesperación, gira sobre sí mismo en tierna muestra de impaciencia, se sienta frente a la puerta sabiendo que si no lo hace no la abro y por lo tanto su contención se vería seriamente comprometida. Me arrastra hasta el poste más cercano, el problema es cuando ando con mis zapatos con tacos, parezco flamear por la velocidad.
Los domingos es algo distinto. No hay apuro, el pobre tiene que aguantarse un poco más, me lo imagino mordiéndose la lengua de ansiedad porque me despierte. Especialmente este domingo, cosa rara logre abrir mis ojos a la para nada normal nueve de la mañana.
Como de costumbre, me vestí con un par de shorts y una camiseta. No logré encontrar las sandalias así que sabiendo que el pobre perro no iba a aguantar mucho más y que no había llovido ni hacia frio, decidí salir descalza.
Nunca me peino los fines de semana sino hasta después del desayuno, por suerte el día anterior había ido a la peluquería y estaba bastante decente. Era tarde, generalmente cuando salgo todavía es de noche, el barrio está dormido, los únicos que me acompañan son los chicos de secundaria camino a la parada del micro que los lleva a la escuela. El día está precioso pienso, ni mucho calor ni mucha humedad. Sería buena idea ir a la playa, no, mejor me quedo limpiando. ¡Ja! ¡Qué divertido lo mío! Mientras seguía divagando en cuál iba a ser la actividad del día y con ganas de que el perro se apurara para poder ir a preparar el café, se acercó a mí un vecino que regresaba de su caminata dominical. Alto, muy alto, negro, “middle age” como diría Carrie Bradshow en Sex and the City.
―Siempre la veo paseando al perro (si es cierto, más de una vez nos hemos cruzado, literalmente, el va por la vereda de enfrente). Muchas veces va con zapatos altos.
No pude menos que sonreírme y mirar mis pies descalzos.
―Le queda mejor así, si, si.
―Sinceramente es mas cómodo― le dije mientras intentaba que el perro no lo mordiera.
―La mujer natural es más sexy, definitivamente “caliente”―dijo dándose vuelta con una amplia sonrisa y cruzando la calle.
Seguí paseando el perro sin entender bien como tomarlo, si como un cumplido y ponerme verdaderamente contenta de que alguien a mi edad todavía me diga que puedo ser “caliente” o como este debe estar solo y está desesperado.
No importa, me hizo sentir bien de cualquier modo, y decidí contárselo a mi marido. Medio dormido todavía, abrió el cajón de los cubiertos y tomó un cuchillo y con la típica actitud masculina de no me toquen lo que es mío, se dirigió a la puerta.
― ¿Dónde está ese atrevido?―dijo sin en realidad avanzar más allá de la mitad de la cocina.
Volví a sonreír, más aun a reírme ampliamente. Mi ego estaba en las nubes.