domingo, 15 de noviembre de 2009

La palabra

Photobucket

Cuando estaba en la escuela, digamos hace ya bastante más de lo que quisiera, nos decían que Buenos Aires era un crisol de razas. Españoles, italianos, judíos, así como bolivianos, paraguayos, peruanos y muchos otros países más se acercaron a nuestras costas para poder disfrutar de nuestro estilo de vida.
Desde la calurosa Miami las cosas no son muy diferentes. Las nacionalidades son distintas, cubanos, venezolanos, colombianos, hondureños, mexicanos, dominicanos y argentinos. Las razones las mismas que las de mis antepasados, buscar una forma de vivir sin tener que pasar tantas angustias, que el fruto del trabajo realizado no termine en los bolsillos de los demás.
Ahora bien, los personajes que podemos encontrar son definitivamente atractivos, en cuanto a la descripción se refiere, me permiten dar rienda suelta al uso de la palabra. Y si de palabra hablamos pues podría decir que algunos de ellos utilizan el español de forma muy distinta, inventan palabras que no existen, traducen literalmente del inglés, mezclan palabras típicas de sus países más allá de ciertos acentos que resultan “muy sabrosos”.
Hay uno en especial, Arturo. Lo conocí en uno de los grupos de negocios. De baja estatura, vientre prominente, da la sensación de que el abdomen llega a todos lados antes que él. Vestido generalmente con una camisa a cuadros, pantalones anchos y las manos en los bolsillos. Después de unas semanas, y probablemente después de hablar con el moderador y presidente del grupo, su vestimenta cambió. Las camisas seguían siendo a cuadros pero al menos ya no eran tan colorinches. El saco por supuesto nunca hacia juego con el pantalón y la corbata nunca pasaba de la mitad de la panza. Eso sí, siempre en español, de ingles nada y ni que hablar de intentar. Es uno de los tantos “motivadores” que pululan por estas tierras. Hablar por hablar, fácil ganarse la vida así. Sería más interesante si el contexto tuviera sentido. Al ver que tantas de las personas con las que me reunía me comentaban acerca de las maravillas que decía este señor, decidí prestar un poco mas de atención. Un día anunció el título de su próxima charla: “La asertividad en los negocios”. No, no, debo haber escuchado mal, me decía a mí misma, mientras mi cerebro no dejaba de buscar en el archivo verbal para confirmar la existencia de semejante vocablo.
Cuando terminó de hablar y se sentó, aprovechando que estaba cerca, me incliné hacia adelante y le pregunté:
― Arturo, asertividad es una palabra que no existe, debería ser certeza.
― Si, ya sé, pero se usa mucho en el ambiente de Recursos Humanos, así que está bien.
Mis ojos se desviaron hacia la dirección opuesta, no quería que viera mi expresión, suelo ser demasiado franca y demostrativa. Me daban ganas de regalarle un diccionario aprobado por la Real Academia.
Se puede ser tozudo pero no regodearse en la ignorancia y la necedad. Con razón sus charlas me resultaban vacías y caprichosas, nada nuevo. Pero lo que más me preocupa es que tan poca gente se haya dado cuenta, que haya muchos que lo siguen, que toman sus consejos al pie de la letra.
¡Qué generoso que es este país!

1 comentario:

  1. que bien lo contaste!
    te aseguro que me sentí ahí cuando hablaste con arturo y, fundamentalmente entiendo tu impotencia...
    coincido con vos en que es un país generoso ( parecido a cuál???)
    beso más que enorme

    pd: me encantó el escrito de carlos y el jefe...que esperás para postearlo
    es espectacular y me reí como loca!

    ResponderEliminar

se exilian y comentan...